Vacuna COVID-19: ni tan cerca, ni tan lejos

Investigadores con experiencia, trabajando en centros de excelencia, hacen de Chile un país atractivo para el estudio y desarrollo de nuevas vacunas. Y la del COVID-19 no es la excepción.

La doctora Katia Abarca, infectóloga pediatra e investigadora de la Facultad de Medicina UC, afirma que en los muchos estudios en los que el país ha participado “hemos contado no solo con el trabajo de equipos de excelencia sino también con voluntarios que son muy cumplidores de los protocolos lo que facilita el seguimiento”. Somos, dice, “un país interesante para la investigación, que ofrece seguridad en el manejo de los datos y un gran compromiso”.

Este año se están poniendo en marcha en Chile varios estudios en fase 3 de distintas vacunas que buscan ofrecer protección contra SARS-CoV-2.

La prueba de vacunas en personas se realiza en fases. Durante la fase 1, el principal objetivo es evaluar su seguridad y las dosis; en la fase 2, se aumenta en cantidad de personas, se sigue evaluando seguridad y se suma la respuesta inmune como un indicador de eficacia; en la fase 3 se multiplica el número de sujetos en los que se aplica de manera que los datos obtenidos son mucho más potentes y la vacuna se somete al escrutinio de los organismos reguladores para comprobar el cumplimiento de los requisitos establecidos para su manufactura.

Pero ¿qué tan cerca se está de tener una vacuna eficaz contra SARS-CoV-2?

Ni tan cerca, ni tan lejos, dice la doctora Abarca. Advierte, sin embargo, que los plazos no serán tan cortos como se quisiera. “La OMS ha recomendado un seguimiento de entre 1 a 2 años, aunque está la posibilidad de que pueda iniciarse la producción de alguna antes del término del seguimiento dependiendo de los avances”, explica la especialista. Otros expertos, afirma, han estimado que podría contarse con una vacuna lista para su uso dentro de un año.

Y cuáles son los principales obstáculos que existen hoy para encontrar una vacuna eficaz contra este virus. El principal, a juicio de la investigadora, es que se trata de un virus nuevo y bastante diferente a la mayoría de los virus en su comportamiento. “No sabemos qué protección natural proporciona la enfermedad, ni la respuesta inmune del organismo humano al virus. Otro obstáculo es la eventual variabilidad del virus o la posibilidad de que la vacuna pueda producir una enfermedad exacerbada”. La doctora Abarca añade que también puede constituir un obstáculo la reticencia de la población o la falta de confianza de las personas en la ciencia.

Respecto del acceso que Chile pueda tener a una vacuna eficaz, hay dos elementos que tranquilizan a la especialista. “En particular, con la vacuna SINOVAX que probaremos en la UC, es que el convenio incluye el aseguramiento de varios millones de dosis a precios preferenciales. También está la iniciativa global de la OMS para facilitar la disponibilidad de vacunas en forma equitativa entre las naciones sin importar su poder económico”, asegura.

En relación con los eventuales efectos adversos de la llamada vacuna de Oxford en uno de los voluntarios, la doctora Abarca sostiene que debe seguirse una serie de protocolos, que incluyen la revisión por parte de comités científicos independientes para establecer si existe o no una relación de causalidad “científicamente plausible” que amerita detener el estudio.

Sobre el impacto que este hecho pueda tener sobre la participación de voluntarios en los cinco o seis estudios que se iniciarán en nuestro país de aquí a fin de año, la doctora Abarca opina que, aunque haya personas que se asusten, la mayoría de los participantes son trabajadores de la salud que tienen una motivación especial para participar.

“La comunidad puede tener la certeza de que nadie va a recibir una vacuna que no haya cumplido con todos y cada uno de los requisitos establecidos para cada una de las fases de su desarrollo y se ha demostrado su eficacia y su seguridad”, acota.

 

 

 

 

 

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