VIH, cuarenta años después

En Estados Unidos, el 5 de junio de 1981, el Centro para el Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC) encendía las alarmas. En Los Ángeles, cinco hombres homosexuales sufrían de una extraña neumonía.

A los pocos meses, aparecieron otros casos de hombres que practicaban sexo con hombres que sufrían de sarcoma de Kaposi e infecciones oportunistas. Esta vez, eran residentes en California y Nueva York. Muy pronto, lo mismo ocurriría en otros países. La enfermedad evolucionaba rápida y mortalmente y afectaba -hasta ese momento- solo a hombres homosexuales por lo que se le bautizó con el poco feliz nombre de “peste rosa”.

A los homosexuales se sumarían luego personas que se inyectaban drogas o habían recibido transfusiones. Así, en 1982, se demostró que la transmisión se producía a través de la sangre y del intercambio de fluidos genitales. A la enfermedad se le llamaría SIDA (Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida). Un año después, en París, científicos del Instituto Pasteur aislaron e identificaron al culpable. Lo bautizaron como Virus de la Inmunodeficiencia Humana (VIH).

A comienzos de los 90, la infección por VIH llegó a estar entre las primeras causas de muerte y los pacientes eran estigmatizados y segregados por el desconocimiento y el miedo al contagio de una enfermedad que era una sentencia de muerte pronta.

En Chile, el primer caso fue diagnosticado en 1984 por médicos del Hospital Clínico de la Universidad Católica y fue presentado en un congreso de infectología realizado en el Hospital Paula Jaraquemada, hoy Hospital San Borja.

Las primeras terapias

Apenas descubierto el virus, el mundo científico se lanzó a la búsqueda de un tratamiento efectivo. El primer medicamento fue la Zidovudina, más conocido como AZT, aprobado en 1987 por la FDA. Debía usarse en dosis muy altas que generaban mucha toxicidad y perdían eficacia al poco tiempo de uso.

Nueve años después, en 1996, nuevos estudios demostraron que el virus se podía controlar hasta volverse indetectable con la combinación de tres fármacos que incluyeran un inhibidor de proteasa. A este tratamiento se le llamó “triterapia”. Con ella se logró disminuir significativamente la mortalidad, aunque los efectos secundarios seguían siendo importantes.

Comenzado ya el siglo XXI, aparecieron fármacos más potentes, prácticamente sin efectos adversos y reunidos en una sola pastilla al día. Desde entonces, los esfuerzos científicos se han orientado a encontrar nuevos tratamientos con mayor eficacia y tolerancia.

Además, se desarrollaron otras medidas de control como la detección y tratamiento temprano de los infectados y la profilaxis pre-exposición (PrEP) que consiste en el uso de medicamentos antirretrovirales a personas sin VIH con alta probabilidad de infectarse.

El VIH hoy

 En la actualidad, aún hay quienes se infectan, aunque ya no deben sentarse a esperar la muerte. Gracias al desarrollo de nuevas terapias y estrategias de prevención, las personas infectadas que toman sus medicamentos y se mantienen bajo control médico pueden llevar una vida normal y su esperanza de vida es como la de cualquier otra persona sin el virus.

Tan buenos son los medicamentos que se utilizan actualmente, que su uso reduce la carga viral hasta niveles en que el virus es indetectable lo que en la práctica impide la transmisión del VIH.

Desde hace algunos años se han descrito casos de pacientes infectados con VIH que se habrían “curado” tras recibir un trasplante de células madre. En la revista Nature se publicó recientemente un artículo sobre el tema que da cuenta de un paciente de 60 años, en Alemania, que ha estado libre del virus durante casi seis años. Sin embargo, el trasplante de células madre está lejos de ser un tratamiento estándar. La doctora Sharon Lewin, infectóloga y director del Instituto Peter Doherty, en Australia, sostiene en la misma publicación que el trasplante de células madre es un tratamiento agresivo, con riesgos que incuyen complicaciones a largo plazo. “El procedimiento solo fue posible, en las siete personas tratadas con éxito porque todas tenían cánceres que requerían un trasplante de médula ósea. Nadie está pensando en esto como una cura para el VIH”.

En la actualidad, la investigación sobre el VIH está enfocada en dos objetivos: lograr nuevos tratamientos que permitan eliminar el virus y conseguir una vacuna. En ese camino, hay varios estudios clínicos en curso que auguran un mejor futuro.

VIH en cifras

Durante 40 años de pandemia por VIH, se estima que en el mundo han muerto más de 40 millones de personas. Actualmente hay unos 38 millones de personas infectadas y cada año alrededor de un millón de personas adquiere la infección y ocurren unas 700.000 muertes por esta causa.

La ONU ha establecido un objetivo para 2030, denominado 95-95-95. Esto es que el 95% de las personas con VIH estén diagnosticadas; que el 95% esté en tratamiento y al menos el 95% tenga una carga viral indetectable.

La doctora María Cristina Ajenjo, infectóloga y asesora del Observatorio de Enfermedades Infecciosas UC, cuenta que en sus 24 años como médico internista y 20 como infectóloga ha sido testigo del gran cambio. “Una enfermedad mortal que se ha vuelto una enfermedad crónica con un buen pronóstico cuando se diagnostica y trata en forma oportuna”. Añade que las terapias actuales son cada ves más seguras, menos tóxicas. “En nuestro país estas terapias están cubiertas por el GES, pero todavía nos queda trabajar más en el diagnóstico temprano de la infección, la prevención con PreP  y el tratamiento oportuno”,

Te invitamos a revisar esta gráfica que muestra la línea del tiempo desde que aparecieron los primeros casos de infección por VIH. Historia del VIH

 

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