El fantasma de la peste bubónica

Una de las pandemias más devastadoras de la historia de la Humanidad fue la causada por la peste bubónica o peste negra, en el siglo XV. Millones de personas murieron y provocó un profundo impacto social, económico y religioso en la época.

En pleno siglo XXI, no deja de impresionar que sigan apareciendo casos. Hace unos días, las autoridades del estado de Arizona, Estados Unidos, confirmaron el fallecimiento de una persona por causa de la peste bubónica, una de las variantes clínicas más graves provocada por la bacteria Yersinia pestis, responsable de la peste negra. La última muerte registrada en la región por esta causa ocurrió en 2007 según afirmaron las autoridades sanitarias del condado de Coconino.

La infección se habría producido por el contacto del paciente con un animal muerto. Aunque la patología está prácticamente erradicada en Europa, donde no se detectan brotes desde hace 50 años, persiste en otras zonas como América, Asia o África. En Estados Unidos se produce un promedio de siete casos anuales, según datos de los Centros de Control y Prevención de Enfermedades, CDC.

Lo que debes saber

La peste negra o peste bubónica es causada por la bacteria Yersinia pestis que se encuentra especialmente en roedores como las ratas y sus pulgas.

La enfermedad se transmite a través de las picaduras de pulgas infectadas o por contacto directo con fluidos corporales de animales infectados, según la Clínica Mayo.

La infección puede manifestarse en tres formas clínicas: una de tipo respiratoria, otra caracterizada por la inflamación de ganglios linfáticos y una tercera que genera síntomas hemorrágicos y gastrointestinales acompañados de shock séptico. Estas presentaciones pueden combinarse y evolucionar rápidamente por lo que se requiere una vigilancia epidemiológica estricta en cada caso confirmado.

Pese al impacto histórico de las enfermedades, las autoridades estadounidenses han reiterado que el riesgo de exposición pública es bajo y que se mantienen activados los protocolos de prevención y rastreo.

Además de su potencial sanitario, la peste negra es objeto de análisis en materia de seguridad nacional. Por su elevada letalidad sin tratamiento y la posibilidad de propagación en forma neumónica, varios gobiernos, incluido el de Estados Unidos, contemplan escenarios de bioterrorismo en sus planes de contingencia. La Organización Mundial de la Salud (OMS) la incluye en su lista de enfermedades de seguimiento prioritario.

¿Y en Chile?

Los primeros casos de peste negra o peste bubónica aparecieron en nuestro país en los inicios del siglo XX, en 1903, con brotes en Iquique, Valparaíso y Santiago, entre otras ciudades.

Las autoridades de la época implementaron medidas de control como el establecimiento de centros de aislamiento, alejados de las ciudades, servicios de desinfección y campañas de sensibilización. El brote terminó en septiembre del mismo año dejando tras de sí un gran número de muertos.

Nuevos brotes aparecieron entre 1907 6 1916. El último caso en Chile fue reportado en 1941.

Por el momento, dice la doctora María Cristina Ajenjo, asesora médica del Observatorio de Enfermedades Infecciosas UC, se trata de una noticia en desarrollo. “Aunque es baja la probabilidad de que llegue a Chile, debemos estar atentos a la evolución del caso reportado  en Estados Unidos”.

Los médicos de la peste

En medio de la pandemia de peste bubónica que asoló Europa quienes acudían en calidad de médicos a atender a los enfermos no lo hacían con sus ropajes habituales.

Con el fin de protegerse, usaban un atuendo que incluía un abrigo revestido de ceras aromáticas, calzones dentro de las botas, camisa metida dentro del pantalón y sombrero y guantes de piel de cabra. El sombrero incluía anteojos y una máscara con una nariz de 15 centímetro.

El atuendo se atribuye a Charles de Lorme, quien ofició de médico personal de muchos miembros de la realiza europea del siglo XVII como rey de Luis XIII de Francia y Gastón de Orleans, hijo de la reina María de Médicis. La máscara que cubría la nariz estaba llena de perfume y con dos agujeros a cada lado de las fosas nasales, suficiente para respirar y  transportar en el aire que se respira la impresión de las hierbas colocadas en la punta del pico.